miércoles, 30 de septiembre de 2009

Ante los avances de diálogo, Brasil se queda solo apostando por la violencia

Tegucigalpa. La otrora envidiable diplomacia brasileña, prestigiada y respetada por sus posturas ante los conflictos internos de los países, hoy parece más olvidada que nunca. Al tiempo que avanzan las conversaciones para entablar un diálogo formal que ponga fin a la crisis política hondureña, Brasil parece ser el único país que en vez de una resolución pacífica de conflictos, sigue apostando por una salida violenta.

La última petición de su diplomacia ha sido trasladar el problema hondureño del seno de la Organización de Estados Americanos (OEA), al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a fin de promover una “invasión de cascos azules”, bajo el argumento que su sede diplomática en Tegucigalpa—cuartel político del depuesto Manuel Zelaya—esta siendo amenazado por el gobierno interino de Roberto Micheletti y ello constituye una “amenaza regional” que amerita una intervención urgente.

El planteamiento se aceleró luego que a lo interno de la OEA no hubiera consenso para sacar una resolución en contra de Honduras, donde el punto de la discordia fue la falta de unanimidad para deslegitimar el proceso electoral. Al menos media docena de países no estarían de acuerdo en desconocer las elecciones del 29 de noviembre, si éstas son transparentes, votadas y confiables.

Esa ruptura incomodó a Brasil, que desoye los llamados de la cancillería hondureña en cuanto a la definición del estatus del depuesto Manuel Zelaya en su sede diplomática en la capital, desde donde arenga a sus seguidores a la insurrección y la violencia. Zelaya, según el gobierno brasilero, se encuentra en calidad de “huésped”, lo cual constituye una figura “atípica” dentro de la diplomacia y el derecho internacional.

Brasil debe convencer

Para que el problema hondureño pase de la OEA al Consejo de Seguridad de las Naciones, la primera tendría que reconocer que fracasó en la búsqueda del diálogo y de una solución negociada al conflicto, así como convencer a las Naciones Unidas de que en Honduras el problema dejó de ser interno para convertirse en una amenaza subregional y regional “real”, lo cual para varios analistas es un tanto difícil.

La crisis hondureña, que empezó desde este lunes a dar señales más claras de entendimiento, al trascender reuniones informales entre las partes en pugna, así como iniciativas desde los diversos sectores sociales, ha permitido bajar en parte el clima de tensión en la ciudadanía, al percibirse un “mayor control” de la autoridad.

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